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Qué es y en qué Consiste la Dieta Alcalina

persona haciendo la dieta alcalina

En los últimos años la preocupación por el modo en que la alimentación afecta a nuestra salud ha aumentado de forma considerable, lo que no es de extrañar si tenemos en cuenta que el actual ritmo de vida deja poco tiempo para dedicar a la cocina y que cada vez es más frecuente comer fuera o improvisar algo rápido para responder a la celeridad que marcan nuestras agendas.

Entre las numerosas dietas surgidas en con el fin de compensar los desajustes de una alimentación descuidada se ha popularizado la llamada dieta alcalina, que pone el foco en cómo la ingesta de determinados alimentos puede contribuir a la prevención de ciertas enfermedades.

Principios de la dieta alcalina

La dieta alcalina parte de la teoría de que muchas enfermedades infecciosas y autoinmunes se desarrollan en un medio ácido, por lo que dichas enfermedades se pueden prevenir alcalinizando el organismo.

En este sentido, la dieta sería la clave para modificar los niveles de acidez del cuerpo -propiciados, además de por los malos hábitos alimentarios, por el estrés- y alcalinizar el pH del organismo, protegiéndolo de patologías y enfermedades como el cáncer, la obesidad o la hipertensión.

Para lograr ese fin, la dieta alcalina se basa en la ingesta de un 80% de alimentos alcalinos y un 20% de alimentos neutros o moderadamente ácidos, además de en la supresión de aquellos que son especialmente acidificantes. Todo ello se complementa con rutinas saludables y ejercicio físico.

Qué alimentos se incluyen en la dieta alcalina

Aunque podemos encontrar versiones más o menos estrictas de esta dieta en función de los alimentos que se incluyen o se suprimen (no existe un consenso absoluto respecto a la clasificación de los mismos), en líneas generales, podemos decir que se trata de un régimen que promueve el consumo de alimentos ricos en minerales, de origen vegetal y que aporten gran cantidad de antioxidantes, enzimas y fitonutrientes. Este plan nutricional limita las grasas y prohíbe la ingesta de alimentos procesados, azúcares refinados, alcohol y café.

alimentos de la dieta alcalina

Entre los alimentos alcalinos que deben constituir un 80% de la dieta destacan verduras como las espinacas, el pepino, el brócoli, la col rizada, el perejil o el apio; frutas como el limón, el pomelo o la sandía; frutos secos como las almendras, las avellanas, los higos secos o las uvas pasas; cereales como el trigo, la avena y la cebada y legumbres como los garbanzos o las lentejas.

Los productos que deben consumirse en un 20% son el arroz y la pasta integrales; algunas frutas como el melón, el mango o el melocotón; frutos secos como los anacardos o las nueces y legumbres como las judías pintas.

Alimentos a evitar

Al igual que otras dietas, la alcalina cuenta con una lista de ‘alimentos prohibidos’, entre los que figuran el alcohol, las bebidas azucaradas, los alimentos procesados, la bollería, el café, el té y el chocolate.

Hasta aquí, no hay discrepancias. Sí resulta más controvertida la restricción de alimentos considerados muy acidificantes como la carne, el pescado, el marisco, los huevos o las setas.

Beneficios afirmados de esta dieta

Antes de mencionar las principales ventajas de esta dieta, es necesario aclarar que tanto expertos en nutrición como profesionales de la comunidad médica han cuestionado algunos de sus principios fundamentales. Uno de ellos es la posibilidad de alterar el pH de la sangre a partir de la alimentación. El pH de la sangre se mantiene estable (en torno al 7,4) gracias a la intervención del sistema respiratorio y de los riñones, que compensan cualquier exceso de acidez a través de la excreción por la orina. No existe, por tanto, ninguna evidencia científica de que el pH de la sangre se pueda alterar a través de los alimentos que ingerimos.

En este sentido, mantener una alimentación saludable que promueva el consumo de frutas y verduras puede ayudar a que funcionen correctamente los mecanismos de defensa que intervienen para mantener el rango de pH óptimo en cada uno de nuestros órganos (que no es el mismo en el colon que en la sangre, la vagina o los intestinos), pero no es posible “alcalinizar nuestro cuerpo” a partir de la dieta.

La comunidad científica también ha sido clara respecto a las promesas de prevención o curación del cáncer. En este sentido, la Asociación Española Contra el Cáncer ha afirmado sin reservas que ni ésta ni otras “dietas (mal llamadas) milagro” curan ni influyen en el pronóstico ni la evolución del cáncer.

Aclarados estos puntos, la dieta alcalina ha demostrado presentar grandes beneficios para la salud derivados, en primer lugar, de la supresión de alimentos poco saludables como los procesados, los azúcares refinados o el alcohol.

Asimismo, la ingesta abundante de frutas y verduras tiene un efecto beneficioso para el organismo, en la medida en que se trata de alimentos diuréticos y con un gran contenido en fibra que favorecen la eliminación de toxinas y mejoran los procesos digestivos.

La promoción del consumo de vegetales unida a la reducción de la ingesta de carnes y proteínas animales influye notablemente en la pérdida de peso, por lo que esta dieta es también efectiva para tratar problemas como la obesidad.

Posibles riesgos y contraindicaciones

Al tratarse de una dieta restrictiva, que suprime o reduce al máximo el consumo de algunos alimentos, puede provocar situaciones carenciales que repercutan en la salud. Es por ello que no se recomienda seguir esta dieta si se padece diabetes o insuficiencia renal.

Tampoco resulta adecuada para embarazadas o niños, pues podría provocar un déficit en los aportes de calcio, hierro y proteínas.

En sus versiones más radicales, esta dieta puede resultar muy restrictiva y contribuir a la desnutrición en personas que ya presentan alguna enfermedad o patología que afecta al apetito o el peso.

Cómo empezar una dieta alcalina de forma sencilla

La mejor forma de empezar una dieta alcalina es ponerse en manos de profesionales de la nutrición y especialistas médicos que evalúen cada caso particular y establezcan las pautas necesarias para sacar todo el beneficio posible del plan de alimentación y evitar perjuicios para la salud.

Es recomendable optar por las versiones menos restrictivas de esta dieta y comenzar a hacerla de forma progresiva, como transición hacia una alimentación más rica en vegetales y minerales.

Así, puedes incorporar en mayor proporción los alimentos alcalinos recomendados (frutas y verduras) sin eliminar radicalmente los alimentos de origen animal (carnes y pescados). En las comidas principales, destina un tercio del plato a las proteínas y dos tercios a los alimentos de origen vegetal.

Apuesta por el pan, el arroz y la pasta en su versión integral para los desayunos e incorpora alimentos como tofu, quinoa o humus en las cenas. Aunque moderes su consumo, no prescindas totalmente de los lácteos, son una fuente de calcio y probióticos y aportan vitaminas hiposolubles.

No olvides mantener una correcta hidratación y considera la dieta como un método de transición hacia una alimentación y un estilo de vida más saludables donde primen los alimentos naturales, el ejercicio físico y el adecuado descanso.

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